·Título: Ramona
·Autora: Rosario Villajos
·Género: intimista, autoficción
·Fecha: marzo de 2019
·Editorial: Mr. Griffin (colección Mrs. Danvers)
·Páginas: 224
·Valoración: Bien, bien
·Enlace a la compra


La bauticé como Ramona porque el personaje necesitaba un nombre de señora mayor, heredado de su madre, probablemente heredado de su abuela, o de una tía lejana, etc. Así eran la mayoría de los nombres en aquella época.


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Se llama Ramona, pero podría haber tenido por nombre Marta, María o Ana. También Rosario. Pero la heroína de esta particular novela (en la que se atisba un fuerte componente de autoficción) tiene todos nuestros nombres (aunque la llamen Ramona) y un enternecedor halo generacional. La artista multidisciplinar cordobesa Rosario Villajos nos sorprende con su primer libro con más de tres mil caracteres editado por Mr. Griffin dentro de la colección Mrs. Danvers, tras haber publicado la novela gráfica FACE (Ponent Mon). Así, Ramona sobresale como una obra divertida y mordaz con cierto toque gamberro.

En ella, Villajos hace uso de la primera persona para narrarnos el paso de la infancia a la adolescencia y primera juventud de Ramona, una niña de la que no cabe destacar nada en especial en un mundo que se parece mucho al nuestro: crecer en las afueras, en un bloque de pisos sin piscina, escaparse con la bici, comenzar a tocar la guitarra para tratar de quitarse la melancolía adolescente, los chicos, el instituto y los primeros años de universidad en un piso compartido… Y las amigas, esas que como mucho son una o dos y que se esfuerzan con su beso de buenas noches por hacernos mejor persona aunque no las merezcamos.


Al principio no quería olvidarme de que yo no quería nacer. Me hacía la muerta en la cuna, apenas me movía, no lloraba, ni siquiera cuando tenía hambre. Mi madre se asustaba mucho y verla aterrorizada me generaba una inmensa sensación de poder. Pero con el tiempo debí cambiar bastante porque ahora ver a mi madre asustada me da vértigo, verla preocupada me da ganas de vomitar y verla decepcionada conmigo es definitivamente inaceptable. Sé que la desilusioné, cuando era cría, de mil maneras y en muchas ocasiones. La primera fue al manifestarle abiertamente y desde muy temprana edad que odiaba llamarme igual que ella.


Las andanzas de Ramona nos resultan tan familiares que, en determinado momento, la chica que identificamos en todas esas instantáneas pasadas comenzamos a ser nosotras sin que la historia sea tradicional. Y es que Villajos huye de los estereotipos y los clichés, la normatividad asociada al género y las cosas de chicas para presentarnos una novela auténtica de verdad, tanto como la vida misma. Y por eso a veces duele y en otras ocasiones no podemos parar de reír.


Una tarde al volver de estudiar nos quedamos en un banco y esta vez no hablé de nada, tan solo me limité a mirarlo fijamente. No sabía flirtear, pero Miguel y yo ya nos conocíamos bastante y supuso que quería algo. Se acercó y no le hice «la cobra», como mis amigas le hacían a algunos tíos del instituto. El beso fue suave, noté la lengua esponjosa acariciando la mía. Me gustó muchísimo. Me entró la risa por la facilidad del asunto. «¿Qué pasa?». «Nada, sigue besando», le ordené.


El humor ácido que salpica estas páginas, entre las que también encontramos unas ilustraciones preciosas que dan fe del carácter multidisciplinar de Villajos, junto a la familiaridad del mundo en el que deambula Ramona, propicia una lectura fluida, que engancha, con un estilo muy preciso y directo, sin necesidad de florituras, porque lo que nos pasó (a Ramona y a nosotras) fue eso y no ninguna película. Todas estas referencias dotan al libro de cierto carácter generacional, en la línea de Vozdevieja (Blackie Books, 2019), de Elisa Victoria o Vida de provincias (Newcastle Ediciones, 2017), de María Yuste. Ramona comparte con estas obras la narración intimista que no teme recurrir a lo lúdico o humorístico ni a la autoficción para dar cuenta de la complejidad y confusión que conlleva eso que llaman crecer.


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Hemos tenido la ocasión de entrevistar a la autora y plantearle algunas cuestiones sobre su novela y sobre cierta tendencia a la autoficción que observamos en las narradoras de nuestra generación. Eso ha enriquecido aún más Ramona:

¿Por qué Ramona y por qué publicar justo ahora este libro?

Rosario Villajos: La bauticé como Ramona porque el personaje necesitaba un nombre de señora mayor, heredado de su madre, probablemente heredado de su abuela, o de una tía lejana, etc. Así eran la mayoría de los nombres en aquella época. Lo de llamarse como las constelaciones, como un árbol, como las tiendas de regalos de Lavapiés o como un personaje sacado de los cantares de gesta era una cosa muy excéntrica. Algo que, curiosamente, sí ocurre en mi propia familia.

En lo relativo a la publicación, llevaba muchos años sin escribir y sentía muchas ganas de hacerlo en Londres, pero mi lengua materna, después de tanto tiempo, se estaba yendo al garete. Supongo que por eso me salió de forma natural hacer una novela gráfica primero. Cuando regresé a España, hace justo dos años, comencé a leer novelas en mi idioma de nuevo y me animé. Creo que no hubo una mejor manera de reconciliarme con la literatura española que escribiendo doscientas páginas yo misma, que es algo que no había hecho en la vida. Sienta muy bien. Antes de irme a Londres hablaba hasta por los codos, ahora me he dado cuenta de que es mejor darle la chapa a las teclas del ordenador, como estoy haciendo ahora mismo.


En 2019 ni siquiera nos hemos planteado que alguien nos vaya a criticar en un medio público con esas palabras, porque afortunadamente, ahora hay mucha más gente sensibilizada que no dejaría que un pollavieja nos macheara. Perdón por el lenguaje, pero así es como lo diría Ramona.


¿Cuáles consideras que han sido tus principales referencias en el proceso de escritura del libro?

 RV: Dicen que somos lo que hemos leído, yo añadiría y visto, refiriéndome a todas las pelis de Cine de Barrio con las que he crecido. Entonces te diría que, sin haber sido capaz de terminar el libro entero, se me viene a la cabeza Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, de Laurence Sterne, y otros algo más modernos que sí me he leído, subrayado y casi estudiado fielmente, como Léxico Familiar de Natalia Ginzburg, El dolor de los demás de Miguel Ángel Hernández y hace unas semanas, releyendo, me di cuenta de que Ramona tocaba algunos temas que ya se habían visto en Una Palabra tuya, de Elvira Lindo, que creo que, en general, ella es uno de mis referentes principales desde que empecé a leer sus libros para adultos.


El texto deja entrever cierto ejercicio de autoficción. ¿Es así? ¿Ha sido difícil romper el pudor a narrar lo propio?

 RV: Me enteré de esta palabra, autoficción, hace poco, pero es una cosa que a mí me suena a que es muy vieja. Tristam Shandy comenzó a publicarse en 1759. Cuando publiqué Face, lo llamé biografía mágica porque no sabía lo de la autoficción. Yo creo que es ficción en primera persona, y que en algunas escenas te apoyas en recuerdos que a veces ni siquiera sucedieron. O tal vez es que soy muy simple y no entiendo bien lo de la autoficción. En Ramona me he apoyado hasta en un tema de Pony Bravo para hacer algún capítulo.

En cuanto al pudor, bueno, es que comencé a escribirlo pensando que lo publicaría como Ramona Ucelay, protagonista del libro. Luego cambié de idea porque me pudo el ego de la satisfacción del trabajo terminado y decidí firmar con mi nombre. Pero está bien, ya te quitas el lastre de no poder decir las cosas como quieres que tu protagonista las diga. En algún taller de escritura a los que disfruto asistiendo, alguna vez me han comentado que no se ve mi lado femenino (lo que sea que eso signifique) en la forma de escribir. Yo sinceramente confío en que tampoco se vea el masculino, espero que solo se vea honestidad.


Creo que no hubo una mejor manera de reconciliarme con la literatura española que escribiendo doscientas páginas yo misma, que es algo que no había hecho en la vida.


Resulta destacable el empleo del propio material biográfico por parte de la última hornada de narradoras en sus primeras obras (Vozdevieja, Vida de provincias…) ¿Por qué consideras que la autoficción vive un buen momento? ¿De dónde viene esta necesidad de narrarnos?

RV: De esto justamente hablamos en la presentación de Móstoles. Hay multitud de obras de autoficción escritas por hombres desde hace muchísimo y hoy por hoy siguen saliendo y NO, no se publican ahora a más mujeres que a hombres, simplemente hay más cobertura (y más followers, tampoco seamos ingenuos). También había autoficción escrita por mujeres, pero hasta hace apenas unos años, cuando ya se ha hecho natural decir que una es feminista, es cuando nos hemos sentido lo suficientemente apoyadas o libres para hablar de algo que en 2005 podrían haber sido reseñadas en un medio como cosas de chicas o como que parece un anuncio de compresas. En 2019 ni siquiera nos hemos planteado que alguien nos vaya a criticar en un medio público con esas palabras, porque afortunadamente, ahora hay mucha más gente sensibilizada que no dejaría que un pollavieja nos macheara. Perdón por el lenguaje, pero así es como lo diría Ramona.


¿Cuál ha sido el mejor momento de todo lo que ha llevado consigo la escritura de Ramona?

 RV: Lo más intenso, por ser mi primera novela, es la gente que he conocido en el camino, algo muy especial, de verdad. Desde los editores, de los que creo que ha salido una bella amistad, hasta las personas que me han acompañado a la hora de presentar el libro. A veces tenía cansancio emocional de tantas alegrías, unas detrás de otras. Decepciones también ha habido y habrá, pero se ve que me concentro en lo que ha salido bien o que no me han afectado tanto. Sin embargo, para mí lo mejor es el camino de escribir en sí, que me sienta muy bien. En otras expresiones artísticas sufro o no sé crear (hacer música, por ejemplo) si no es con un estado anímico muy bajo, pero escribiendo disfruto muchísimo, la verdad, me noto sonreír o partirme de risa yo sola, incluso si estoy describiendo algo que da pena o es patético, y hasta sudo como si hubiera estado bailando. De hecho, creo que cuando no sudo es señal de que el texto no está lo suficientemente bien.

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