·Título: Maldito síndrome de Estocolmo

·Autora: Carmen Sereno

·Género: novela romántica

·Fecha: octubre de 2017

·Editorial: Principal de Libros

·Número de páginas: 392


El caso de Carmen Sereno no puede dejar de recordarme al de Javier Miró. Autor novel que consiguió publicar su segunda novela La armadura de la luz nada más y nada menos que con el sello Minotauro. Y es que esta autora catalana acaba de lanzar a todas las librerías su opera prima Maldito síndrome de Estocolmo con Principal de Libros. Y no solo eso, sino que además lo ha hecho siendo la ganadora del I Premio Chic de novela romántica.

Pero si soy sincera, yo no la definiría como «autora novel», dado que tiene una importante carrera a sus espaldas. Nacida en Barcelona en 1982, es periodista y ha desempeñado su profesión en diversos medios de comunicación y grandes corporaciones. Hasta que, de repente, la necesidad de contar las historias que crecían en su cabeza la hicieron perseguir su sueño de escribir. También adora la fotografía (doy fe de ello en su fantástica cuenta de Instagram). Habla varios idiomas y le apasionan los países nórdicos, sobre todo… ¿adivináis cuál? Sí, de hecho lleva la palabra «Estocolmo» tatuada en el brazo. Por cierto, está casada y tiene un hijo que fue concebido en dicha ciudad. ¡Ah! Y por si no lo conocéis, escribe asiduamente en su fantástico blog, Lo Claro Rompe.

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Y sin más dilación, sin más esperas, con todas vosotras, la sinopsis de la novela firmada por esta pedazo #MujerEnLaLiteratura:


«¿Quién eres realmente, Eric Grau, y qué ocultas bajo esa piel tan fría?»

Ana empieza a trabajar en Laboratorios Grau, una multinacional farmacéutica. Su jefe, Eric Grau, un hombre alto y atractivo al que todo el mundo llama Iceman, tiene fama de ser arrogante y despiadado, además de un auténtico depredador sexual. Al principio, la relación entre ambos es muy tensa, pero, poco a poco, la joven descubrirá que su implacable jefe no es el hombre de hielo que todos creen.

¿Podrá Ana resistirse al síndrome de Estocolmo que Eric despierta en ella?


Bien, hechas las presentaciones formales pertinentes que acostumbro hacer en A Librería antes de entrar en materia, ya me puedo poner cómoda y hablaros sobre esta novela. Pero antes os pondré en antecedentes. Carmen Sereno y yo comenzamos una intensa relación de amistad y literatura hace ya mucho tiempo. Desde entonces, he aprendido muchísimo de ella y me he convertido en una persona más enriquecida en muchos aspectos. Hace años que conozco este proyecto y conozco todo lo que ha trabajado para que viera la luz. Tener esta novela en mis manos ha sido como poder tocar la materialización de un sueño de una persona a la que admiro y quiero muchísimo. Así que permitidme ponerme intensa: enhorabuena por todo esto y más, Sereno. Solo es el primer paso de una gran carrera literaria.

Así que voy a disfrutar en la crítica de esta novela. Primeramente porque yo crecí leyendo novela romántica chic, y porque es un género que domino y conozco aunque en los últimos años no haya formado parte de mi lista de lecturas. Y eso es porque, como con todo, el mercado editorial se ha trillado y encontrar obras buenas y cuidadas es una hazaña apoteósica. Y también, no os lo voy a negar, porque una servidora está más inclinada a leer novelas de este tipo encuadradas en la etiqueta lésbica por motivos evidentes. Pero abrazar Maldito síndrome de Estocolmo fue como recordar a la Miriam de hace pocos años que devoraba novelas sin agotarse jamás.


Y el deseo es muy poderoso. Demasiado. Porque en el deseo subyace una fuerza bruta que nada puede destruir. Porque por el deseo se han librado batallas a lo largo de la historia, encendido hogueras expiatorias, cometido crímenes, roto familias, proferido engaños, anulado intenciones e impuesto voluntades.

Y, por eso, no quiero romperme contra él como una ola contra las rocas.

Sí quiero.

Pero no debo.


De la historia de Ana Luna y Eric Grau podemos sacar dos lecturas. Una lectura ligera y superficial para disfrutar de una historia que, no libre de polémica, se puede disfrutar (y sufrir) sin querer ir más allá. Pero también se puede llevar a cabo una lectura más ambiciosa, metiendo ambos pies en este torrente de temáticas que engloba y sin tener miedo a todos los atrevimientos de los que mete mano la periodista catalana, haciendo alarde de una personalidad literaria valiente y, en cierto modo, irreverente. Pero, ¿por qué digo esto?

Digo esto porque:

A) Nos encontramos con todos los tópicos necesarios para considerar esta novela una obra CHIC romántica hetero al uso.

B) Nos encontramos cómo, página a página, todos esos tópicos son satirizados y derrumbados sin ningún tipo de pudor.

Qué deliciosa contradicción.


He sido simplemente Ana, la persona que calcula incentivos. Y eso me hace sentir bien, me hace sentir libre.


De la mano de una primera persona femenina, esta es, nuestra querida Ana Luna, que os apasionará desde el primer momento, cuando comienza a trabajar en los Laboratorios Grau, como externa, en el sector de las Finanzas y las Ventas. Muy metafóricamente, su oficina se sitúa en el subsuelo del edificio, donde no hay luz natural y las máquinas de café de George Clooney pertenecen a una realidad alternativa. Son las raíces que mueven los engranajes de más arriba, dónde se mueve el prestigio, la pasta de verdad y, cómo no, la mentira y la corrupción.


Los fuertes nunca se quiebran, nunca pierden el aplomo. Y, sin embargo, ahí está, convertido en un animal herido e irredento. 

Con la mirada abandonada de quien ha tocado fondo.

Agotado por todas las peleas estériles que nos han enfrentado en los últimos días.


Ana Luna es el reflejo de una mujer en el ecuador de su segunda década de vida. Millennial por definición, alcanza un puesto de trabajo mediocre en una sociedad cruel no hecha para inconformistas. Y, como todas estamos en el mismo mundo y conocemos esta sensación, sabemos que nuestra realidad no está hecha para resignarnos con lo que nos viene dado y quedarnos sentadas a esperar a que las cosas nos sonrían. Desde el primer momento, la muchacha muestra un carácter feroz, intransigente, agresivo y desbocado. De algún modo, no es feliz. Y esa infelicidad se traduce en desenfreno.


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Eric Grau, la figura masculina, el coprotagonista (¿o antagonista?) es el culpable del título de la novela y de la ecuación imposible que plantea Carmen Sereno. Su jefe es directo. La relación entre ambos será siempre complicada. Y cuando digo complicada, quiero decir tóxica. Y cuando digo tóxica quiero decir que los terapeutas de toda Barcelona se frotarían las manos de tener que atenderlos en consulta. Porque sí, la química entre Ana y Eric se dispara desde el primer momento… pero también la tempestad, la peligrosa dependencia, el control que ejercen el uno sobre el otro y… en fin, os podéis hacer una idea.


Estoy harta de estar triste.

De que él me haga estar triste.

Porque esta tristeza me duele físicamente, como si una mano invisible me apretara la garganta.

¿Cuánto tiempo puede soportarse algo así?


Está claro que Ana Luna parece ser víctima del muy bien nombrado síndrome de Estocolmo. Dado su ascendencia sueca, Eric Grau está dotado de la belleza nórdica pero, también, de su frialdad. Es un hombre seco, un tanto violento, con una fama que le precede y con un carácter bastante dominante y, por qué no decirlo, machista. Ana Luna lo rechaza con todas sus fuerzas pero, al mismo tiempo, no puede evitar necesitarle. En esta contracción constante se mueven las casi cuatrocientas páginas de esta obra.

Páginas que transcurren en su mayor parte en una Barcelona de la que Carmen Sereno solo deja caer pinceladas y de la que echo de menos que muestre más viveza. En cambio existen otras ciudades que aparecerán de manera mucho más pormenorizada y hermosa de las que, sí queréis saber más, tendréis que leer la novela (¡ah! ¿qué no lo estáis haciendo ya?). Lo que sí puedo adelantar es que su manejo del lenguaje es exquisito, su vocabulario extenso y enriquecido y que la lectura es dinámica y fluida, con toques intimistas que he disfrutado de verdad.


—¡Maldito síndrome de Estocolmo! —grito, vaciando los pulmones de golpe.


Pero lo que más es de agradecer es la compleja trama de la industria farmacéutica que rodea a la historia de ¿amor? de Ana y Eric. Un argumento arriesgado pero sumamente interesante que analiza la moralidad del negocio y el precio real del dinero frente a la salud de la población. Es este punto es donde mejor podemos apreciar la vena periodística de la autora que vemos muy cómoda en esta dualidad.

En referencia al estilo y la estructura, la obra avanzará en capítulos más o menos breves, lo que convierte la lectura en un peligroso baremo de adicción que es imposible dejar a medias. Como lectora creo que también he sido víctima de dicho síndrome, y eso siempre es una absoluta garantía. Además, los diálogos serán la forma de elocución predominante, haciendo brillar a una Carmen Sereno que otorga voz propia a cada uno de sus personajes, creando diálogos realistas, asequibles y dinámicos que escapan completamente de los tópicos del género en sí. ¡Ah! Por cierto, nos encontraremos múltiples referencias musicales que nos ayudarán a introducirnos en la lectura.


Aunque también puede que Eric se sienta en realidad como un animal salvaje encerrado en una jaula de oro y puede que yo hubiese tenido que esforzarme por entenderlo un poco más y juzgarlo un poco menos.


En conclusión, una opera prima que corona a Carmen Sereno como una figura muy destacada del género, que aporta frescura y originalidad, con dos personajes principales muy importantes y, sobre todo, inolvidables. El estilo, el telón de fondo y las subtramas forman una comunión perfecta que conviertes Maldito síndrome de Estocolmo en una lectura muy recomendable, dinámica, atrevida e irreverente.

Valoración: Sí, recomendable

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—¿Y cómo se dice «Te quiero»?

—Jag älsker dig.

Dios, qué bonito.

4 comentarios sobre “Maldito síndrome de Estocolmo, de Carmen Sereno

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