·Título: El rincón de las cosas que faltan
·Autora: Eva Miró
·Género: novela intimista
·Fecha de publicación: diciembre 2017
·Editorial: maLuma
·Número de páginas: 218

Eva Miró nos escribió para hablarnos de su novela, que tuvo la suerte de publicar a través de la editorial MaLuma, una firma independiente y pequeña creada por tres escritoras. Las formas, la amabilidad y la ilusión ya llamó mi atención. Pero fue la sinopsis lo que me dijo que era una de esas obras que me pueden llegar a gustar. Y mucho:

Todos hemos mentido alguna vez, y no por eso somos mentirosos patológicos. Algunos hemos sisado un bolígrafo descarriado en la oficina, y no somos cleptómanos. Todos nos morimos alguna vez en nuestra vida por un beso, pero eso no nos hace emocionalmente dependientes. Hemos guardado las cajas de la mudanza por si hacían falta más adelante, y no por eso tenemos síndrome de Diógenes… o sí.

Un universo obsesivo asoma discretamente desde la cotidianidad de los días de Pía que, en una semana, de jueves a jueves, estallará contra las paredes de su piso y puede que contra las de nuestra cabeza también. Y es que a veces no somos capaces de ver la evidencia, aunque haya estado allí desde el principio.

«El martes que viene, Ana, la madre de Pía, y Mar, su amiga desde la infancia, descubrirán por fin el secreto que Pía guarda en su piso desde hace un año. Entrarán cargadas de bolsas para basura, entrarán sin su permiso cuando ella esté camino del hospital donde trabaja. Mar se preocupará por el enfado de su amiga y Ana, la madre, justificará el allanamiento: Pía necesita ayuda y ella no nos la va a pedir.
Pero todo esto sucederá el martes y hoy todavía estamos a jueves».

Así empieza «El rincón de las cosas que faltan», por la mitad.

De Eva Miró he encontrado poca información. Tampoco conocía la editorial. Pero gracias a esta entrevista a la autora pude conocer más detalles: que tiene treinta y nueve años, dos hijos y una gata. Que la obra que ocupa esta crítica es su opera prima, que escribe relatos a todas horas y que ya está trabajando en su segunda novela. Otras cosas que puede intuir sobre esta autora las adivino de su novela. Pero vayamos por partes.

El género que nos ocupa es el de novela intimista, tan poco cultivado en la literatura independiente (y tan mal definido dentro de la novela romántica) y, por lo tanto, me reportó una alegría especial recibir esta propuesta a la que me lancé de cabeza. Con cierto recelo al principio, no pasaron ni un par de páginas cuando supe que me iba a encontrar una historia plagada de humanidad, con una técnica muy pulida y bien desarrollada, con una narrativa bonita, cercana, sencilla e inteligente. Y con unos personajes que, indudablemente, dejarían huella.

Hoy no hablará de su problema. Entrará en la cueva sin hacer el menor  comentario al respecto, actuará como si nada extraño pasase a su alrededor. Hoy simplemente observará, evaluará, se acercará.

El estilo de Eva Miró es peculiar en esta novela coral. El narrador es una tercera persona desde la perspectiva de los diferentes protagonistas, primando sobre todos ellos la figura de Pía. Todo lo que vamos descubriendo poco a poco está, de un modo u otro, ligado a ella. Está claro que, desde un primer momento, se trata de una joven particular y no por su forma de vida. Su rutina es bastante solitaria, trabaja en el hospital limpiando quirófanos y habitaciones donde le resulta complicado hacer amigos (o no es algo que le despierta interés), vuelve a casa sola y allí pasa el tiempo con sus pensamientos, canalizando sus sentimientos de culpa y envolviendo sus mentiras. Pía, al parecer, es una persona cerrada y poco afable.

—Me siento sola —continuó Julia su confesión—. Venir a veros me alegra el día, Pía es más que una sobrina para mí. No voy a decir que es como si fuera mi hija, madre ya tiene, claro, pero sí, es casi como una hija para mí. Creo que el haberla cuidado desde que nació nos ha unido mucho, dicen que en los primeros meses de vida de un bebé se crea un vínculo indestructible con la persona que lo cuida. Ahora, ver a Piíta a diario es una necesidad, quiero estar con ella tan a menudo que no pueda notar lo que ha crecido. Cuando ves a un niño de dos años recién cumplidos y lo vuelves a ver al cabo de una semana, ya tiene dos años y una semana, su carita tiene siete días más y está siete días más alto. 

—Que normalmente es la madre. —Tal vez Ana no quiso decir esto en voz alta, pero algo oculto entre la culpa, el arrepentimiento y el cansancio le hizo soltarlo a bocajarro.

Aún así, mantiene contacto con Mar, su mejor amiga, ya madre, que atraviesa una delicada situación personal en la que Pía no le resulta de apoyo real. También tiene a su madre, que arrastra todavía el peso de no haber podido cuidar de su hija recién nacida durante los primeros meses de su vida por una depresión posparto. Y está su tía, Julia, a la que hace un año que no ve, por su terrible Síndrome de Diógenes pero a la que está resulta a ayudar, aunque para ello tenga que contar con la ayuda de Félix, el marido de ésta.

La historia también nos hablará de Pablo, un enfermero que trabaja en el mismo hospital que la muchacha y con el que tiene un fugaz acercamiento. Conoceremos a los amigos del chico y sus circunstancias. También por qué su compañera Carmen ha faltado al trabajo aquel día o quién es la paciente que está creando problemas por acumular basura debajo de la cama.

 

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Algo en el estilo de Eva Miró, en su madurez literaria y en la solidez de su argumento, hace que seguirlo no sea trabajoso. Las páginas fluyen con una soltura que es difícil de definir. Y las palabras se hilan unas con otra, como una melodía perfecta donde ninguna desentona. Ni siquiera los diálogos restan el halo brumoso (un poco extraño, con aires solitarios) que envuelve esta historia. Me cuesta definir esta parte, pero en pocas palabras: exquisito, eficaz y consistente. Y, a la vez, profundo. Todos los ingredientes que necesita una buena historia y los que más disfruta la más exigente de las lectoras.

El título es una declaración de intenciones, escondida tras esa poética metáfora El rincón de las cosas que faltan. Hace una clara referencia a la soledad y a su peso; pero también lo hace a la necesidad de acumular lo que no necesitamos. Y, mirando la portada y la imagen de esas gotas de lluvia desiguales resbalando por el cristal, me imagino que toda el alma de la historia se resume en este párrafo casi inicial:

Le sobra tiempo para prepararse antes de ir a trabajar, así que coge su taza de manzanilla con anís entre las manos y se asoma a la ventana para ver cómo llueve y poder pensar como lo hacen en las películas. Lo hacen así porque es acogedor: no es lo mismo pararse a pensar sentado en la taza del váter fría que hacerlo frente a una ventana llorosa. Ambos lugares invitan a la introspección, pero es indudable que el segundo resulta más digno de ser relatado. De modo que así está Pía en este momento, poéticamente preocupada junto a la ventana.

«La más gorda debería llegar la primera, a no ser que se desvíe en algún momento del recorrido», se dice. Nunca se sabe, hasta que no llega a la meta, cuál de las gotas de lluvia será la primera en caer hasta el marco de la ventana. La lógica gravitatoria hace apostar a la grande, a la más fuerte, a la que se ha comido a unas cuantas compañeras por el camino, a la que más destaca en el cristal, a la que más aparenta… Pero la experiencia de horas observando carreras en la ventana hace que Pía dude del poder de las gotas gordas; cualquier minúsculo obstáculo invisible puede hacer que la que más pesa se tuerza y sea adelantada por una delgadita, sin relleno, sin apenas recorrido, flaca, pero con la suerte de haber dado con el camino perfecto, con el camino limpio.

«Yo soy esta», piensa, «y esta es Mar».

 

Esta es una pequeña muestra de la manera de contar de Eva Miró que, estoy segura, os removerá dentro como me ocurrió a mí.

Y diré que una de las cosas que más me ha gustado es encontrar la sordidez de la rutina, tan fría, del camino al trabajo y del trabajo a casa, del escaso tiempo con los amigos y del peso de los vínculos familiares que machacan y que salvan al mismo tiempo. Por supuesto, se refleja el peso de la mente y de las enfermedades que residen en ellas como sombras, como demonios. Y sobre todo esto, sobre vuelva el misterio inicial que tarda en desvelarse pero que, de un modo u otro, tampoco es importante (o no lo es tanto): disfrutaba tanto de su lectura que no tenía ninguna prisa con finalizar sus páginas.

En conclusión, una poderosa sorpresa dentro de la literatura independiente. A nivel personal, me ha resultado una lectura enriquecedora, llena de emotividad y de aprendizaje. Como crítica literaria de este espacio, me he encontrado un estilo limpio, pulido, inteligente, directo y atípico que me ha prendado. Es, sin lugar a dudas, uno de los títulos indispensables que he leído este año.

Valoración: Excelente

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3 comentarios sobre “El rincón de las cosas que faltan, de Eva Miró

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